jueves, 19 de marzo de 2015

EL PUERTO DE SANTA MARIA Y EL DESASTRE DE 1755

El terremoto de Lisboa, tuvo lugar el 1 de noviembre de 1755, fue de una virulencia tremenda, hasta el punto de que el mismo, fue seguido por un maremoto, trasladado los efectos de mismo a la escala en la que habitualmente se valoran los mismos, se puede decir que fue de una intensidad de 9 grados en la escala de Richter, generándose en el Océano Atlántico, a pocos kilómetros de la capital lusa, y su duración, aunque hay diferentes opiniones, podría estar entre los 6 y 10 minutos.Posteriormente al terremoto mencionado, se sucedieron 3 tsumani.
Aunque se podría pensar que la distancia entre Lisboa y el Puerto, es considerable, los efectos de este devastador movimiento sísmico, se hizo notar en nuestra ciudad con una contundencia insospechada.
De hecho, y consultadas fuentes de la época, el listado de edificios y destrozos portuarios fue incalculable, casi imposible de narrar en este pequeño espacio.
Cuentan las crónicas de aquellos días,que, todo el centro de la que entonces era nuestra ciudad, se encontraba casi intransitable por los escombros y zanjas que se abrieron durante este episodio insólito, por poner algunos ejemplos, el convento de San Francisco, sufrió dos aberturas una en el crucero, o capilla de San Miguel ,y la segunda, próxima a la calle esquina de Palacios con Misericordia, esta última en la pared maestra, o principal.
Tanto la antigua cárcel, como la Capilla de los Guardas fueron arrasadas totalmente, también el Corral contiguo a la capilla de la ermita de San Antonio Abad, y la de la Virgen de Guía, hasta el altar mayor o de la Virgen, descubriéndose entre los restos, el cáliz y la patena que se utilizaba en los cultos religiosos.
El puerto, no se libró de esta catástrofe, en su muelle se encontraban tres grandes naves a la espalda de la casa del Marqués, en la cañada. La primera apareció enterrada en el fango, por el Bajo del Muellecillo de Bodegas,la segunda perdió el ancla, y la tercera que estaba atracada en la callejuela de Casas de D.Diego de Bizarrón.esquina a la playa. fue alejada sin deriva.
Otras muchas naves menores, fueron destrozadas y sus maderas esparcidas por toda la zona próxima a los embarcaderos.
Un segundo envite del terremoto, fue aun más fuerte y violento, entrando las aguas por la calle de la Aurora y Bizarrón, inundando la plaza del Polvorista, llegando el nivel de las aguas hasya la mitad de sus casas.
Prioral.-se cayeron las cabezas de las tres figuras que sirven de remate a la portada que llaman del sol

EL ÚLTIMO CARGADOR A INDIAS

En uno de mis paseos por El Puerto de Santa María,justo por la Avda. de la Baja Mar,observé  la parte trasera de la Casa de las Cadenas, ni que decir tiene que  en la actualidad, se encuentra gran parte de ella derrumbada y de  lo que aun se mantiene sobre sus cimientos, en un estado lamentable.Tuve la ocasión de dialogar con Pepe, el último habitante de tan insigne solar, hombre octogenario, buen concocedor de su Puerto natal y notario de todas las vicisitudes por las que ha pasado este palacete.
Me comentó, sobre las promesas de recuperación y restauración de dicha casa, que incluso se había librado los presupuestos para adecentar este monumento que supuso en su momento testimonio de la grandeza de España allende de los  mares y alojamiento de reyes como en el caso de Felipe V.
A Pepe, se le iluminaba el rostro con sus comentarios históricos, daba la sensación de que se había cruzado con el primer Borbón en esas escaleras majestuosas que conducen al edificio.

La Casa de las Cadenas fue residencia de Felipe V en viajes a El Puerto de Santa María, se construyó en los tránsitos de los siglos XVII-XVIII por Juan de Vizarrón Araníbar, caballero de la Orden de Alcántara y poderoso comerciante. Es un ejemplar de una tipología característica: la de las casas-palacio de cargadores de indias, notorias por sus dimensiones, ya que albergaban usos administrativos y servían de almacenes además de ser vivienda de sus señores, en las que los materiales nobles y la rica decoración manifestaban la fortuna de sus moradores. La casa presenta una amplia fachada a la Plaza del Polvorista compuesta por siete calles y dos cuerpos. En la portada principal, un gran hueco adintelado y enmarcado por molduras sobre el cual campea el escudo del fundador sostenido por sirenas, queda flanqueado por columnas toscanas elevadas sobre pódium que sustentan un entablamento sobre el cual vuela el balcón. En la Calle de las Cadenas se sitúan dos accesos secundarios: una portada sencilla con arco rebajado sin elementos decorativos y otra, más monumental, adintelada, con pilastras con sillares de orden rústico sobre esbeltos pedestales, dintel con dovelas en derrame y escultura en la clave. En el interior se abre un gran patio porticado cuyos arcos descansan sobre columnas toscanas de mármol blanco. Por medio de una amplia escalera se accede a la planta noble. El piso alto, destinado a las habitaciones de los señores, apenas conserva su antigua estructura debido a los atajos y tabiques que la necesidad de adaptarlo a su actual destino como casa de vecinos impuso. El elemento más destacado es la galería de arcos de medio punto del patio, que presentan las características cadenas colgantes que dan popularmente nombre a la Casa.